lunes, 6 de enero de 2020

La I República

Este breve periodo que supone el final del Sexenio Democrático y el inicio de la Restauración, consuma una gran variedad de vías confluyentes que finalmente no se consumaron debido a todo el peso de la tradición que venía arrastrando el país durante todo el siglo XIX, llamado el siglo del liberalismo, aunque si bien es cierto, en España podría llamarse el siglo del retroceso, quedando el país, más aún, atrasado económica, política y socialmente. La I República supuso una pequeña esperanza en el ánimo del progreso, que finalmente no se consumaría.
Tras la llegada de Amadeo de Saboya, tanto carlistas como federales expresaron su xenofobia hacia un rey extranjero, al cual incluso acusaban desde el lado carlista de "antipapista" y "masón". Existían entonces dos partidos gubernamentales, el de los constitucionales, liderados por Sagasta. Y por otro lado se encontraba el de los radicales, dirigido por Ruiz Zorilla. Había una gran cantidad de partidos e intereses y son muy pocos los que colaboran con el nuevo rey. Los fugaces seis gobiernos en menos de dos años (1871-1872), caracterizados por intentar mantener el funcionamiento del Estado, debido a las convulsiones sociales, no pudieron evitar que el rey abdicase en febrero de 1873.
Esto planteó una disyuntiva, en la cual las opciones pasaban por proseguir con una monarquía democrática buscando otro rey, retornar a los Borbones en la figura del hijo de Isabel II o cambiar la forma de gobierno, la república, esta última era la que nunca se había practicado. En el ambiente de intranquilidad general que reinaba en el país, muchos de los partidos, como los monárquicos habían quedado heridos de muerte, por lo que en la sesión del 11 de febrero de 1873, se presenta una moción suscrita por Pi y Margall, Salmerón y Figuras, alegando la necesaria creación de una república. Esta moción tuvo un apoyo masivo, por lo que la I República se declaró formalmene dos días después.
La Primera República fue un régimen de muy corta duración, puesto que en un período inferior a un año se sucedieron cuatro presidentes: Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar. Esta situación de inestabilidad constante era debida, entre otras razones, a la propia división que existía en el interior del Partido Republicano. Por una parte se encontraban los republicanos unitarios y por otra los republicanos federales. Los primeros eran partidarios de una centralización del poder, mientras que los federales proponían un amplio margen de autonomía para las comunidades nacionales, incluso dentro de este último sector existían diferentes corrientes de opinión.
A todas las dificultades existentes hay que unir la continuidad de la guerra carlista y la aparición del movimiento cantonalista. El cantonalismo pretendía conseguir un alto grado de autonomía para los ayuntamientos, que en casos extremos llegaba hasta la independencia, como sucedió en el caso del Cantón de Cartagena.




En realidad, el fracaso de la República se debió no tanto a razones esenciales y metafísicas como al empuje irresistible de tres guerras mantenidas simultáneamente, la República quedó abatida por el peso de una guerra colonial, de una guerra civil en el Norte y de una anarquía cantonalista en Levante y en el Sur.
La República repite las etapas de toda revolución clásica. Un primer momento moderado, una situación radical y una reacción de signo nuevamente reaccionario.
Todas estas contradicciones, en una situación de guerra civil generalizada, culminan cuando en el Parlamento entra el general Pavía, disolviendo el Congreso, marcando el final de la I República en España, cuyos males fueron, entre otros, la inestabilidad propia del régimen, el divorcio social, la ausencia de una conciencia colectiva, la ruptura del consenso fundamental, el enfriamiento violento de diversas legitimidades política y la falta de una estructura social y política estable en el país. España quedaba condenada a ser un país de extremismos. El intento revolucionario del Sexenio no pudo consumar ese ideal de ruptura con el pasado, ya que tras este periodo, regresarían los antiguos fantasmas que ya habían aterrorizado a la población anteriormente, pero ahora con una nueva cabeza visible del Estado que sería el rey Borbón, Alfonso XII.
Muchos de los sueños revolucionarios, como el de Antonete murieron, al igual que el Cantón, el día que el país decidió andar hacia una deriva autoritaria.

Bibliografía:

  • López González, J. L. (1992): "La Primera República Española: Desunión e inestabilidad políticas en el debate parlamentario". Revista de estudios políticos. nº 78. pp. 303-330.
  • Ollero Vallés, J. L. (2000): "La I República", Sagasta y el liberalismo español. Fundación BBVA. 



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